domingo, 1 de noviembre de 2009

La soledad Sonora

Sí, es un libro de Juan Ramón Jiménez, pero también un estado de ánimo. Hay algo en este día, 31 de octubre, Halloween para los fiesteros, que me trae y atrae. Alcohol en mis venas, algún recuerdo, relajación, connotaciones eróticas en cada uno de mis gestos que tú, cielo, sabes interpretar como buen origen de ellas que eres. Además, llega uno y va y me pregunta por Él, pobre ingenuo. Al parecer está cerca. Es probable que me cruce con Él por la calle, y que haga como si no me conociera. No parecía lo mismo cuando gemía bajo su peso. ¡Oh! sigo sin acordarme de su cara.

Prácticamente desnuda en mi cama, la madrugada en punto es una hora magnífica para escribir. Tenía razón. Si no fuera porque la carrera me quita tiempo hasta para disfrutar de tí, cielo, escribiría cada noche. Todas las noches tengo algo que contar, una idea que depurar, ganas de leerme el diccionario para buscar una palabra que exprese exactamente lo que quiero decir, aunque sea fea, aunque se clasifique como 'en desuso', aunque sólo sea para confirmar que ese término no existe y debo inventarlo.

Acabo de ver un perfil de red social de Lina. Era feliz, sonreía, accedía a salir en fotos, estaba francamente preciosa. Él, además, lo opinaba en sus fotografías. Ahora me ha apetecido abrazarla, sonreír con ella, decirle que de verdad me alegra que sea feliz, que me encanta que haya encontrado lo que necesitaba, decirle que le echo de menos, que sigo esperando una maldita respuesta a ese intento de no perderla... A tí, Lina, no quiero perderte. Él me da igual, puedo hacer como si no le conociera, puedo hasta no volver a mirarle. Pero a tí te echo de menos, de verdad, en serio, profundamente. Me acuerdo más de tí que de Él. Quiero que vuelvas a mi vida, quiero volver a hablar contigo, quiero...



¿A qué precio voy a tener que pagarle?



A pesar de todo, creo que, otra vez, hay que elegir. Esta vez te toca a tí, y ya has elegido. Ahora me toca llorar por tí, Lina.

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