martes, 18 de agosto de 2009

Crimen y Castigo

Hace poco acabo de terminar de leérmelo. 520 páginas con letra-Biblia de novelón decimonónico y pura psicología criminal. Me lo leí por ser un clásico entre los clásicos y por su reconocida fama universal, y me he acabado preguntando qué comen los rusos que escriben tan bien. 

Rodion Romanovich Raskolnikov (Родион Романович Раскольников para los amigos) es un estudiante de derecho en San Petesburgo que sobrevive con lo que su madre (viuda) y su hermana consiguen enviarle desde su pueblo natal, que deja de estudiar por supuestos motivos económicos pero que pese a vivir en la más absolutas de las miserias, rechaza tener un trabajo. Lo que ocurre en el cerebro de ese hombre es que se cuece una idea: en el mundo hay dos tipos de persona, las normales y las extraordinarias. Estas personas extraordinarias son las que cambian el mundo, por así decirlo: para ellas la ley es algo que no tienen la necesidad de cumplir (eso le toca de cerca por sus estudios) debido a que pueden ser un impedimento para sus grandes hazañas. Evidentemente, por tener esa idea, él mismo empieza a creerse una persona extraordinaria, capaz de vivir por encima de la justicia. Además a todo esto se le suman sus apuros económicos, que le obligan a empeñar objetos de alto valor sentimental a una usurera de condiciones abusivas capaz de timar a su propia hermana. Total, que nuestro Napoleón (con el que frecuentemente se compara) decide que no sólo tiene la posibilidad, sino casi la obligación de matar a la usurera (Alena Ivanovna), puesto que el dinero que podría robarle le serviría para completar sus estudios, sacar a su familia de la pobreza y además cumplir su "misión" en la Tierra liberándola del 'piojo' que aquella vieja representaba para la sociedad. 

Después de varios meses de casi ayuno (por pasividad más que falta de dinero) y meditaciones éticas, decide matarla. Por desgracia también aparece en escena la hermana de Alena, Lisabeta, que a diferencia de la usurera es una persona amable y justa, de la que se aprovechaba muchas veces la propia Alena. Las dos mueren, coge el dinero y consigue escapar por los pelos sin levantar sospecha. Ahí empieza el libro de verdad.

Toda la trama es un tira-y-afloja psicológico en la cabeza del propio Raskólnikov, tratando de convencerse a sí mismo de que es un Napoleón capaz de soportar la presión de su conciencia y de las sospechas. Cae enfermo, tiene accesos de fiebre, locura, pretensiones de suicidio, aires de grandeza y una soledad abismal al no poder compartir ese secreto con nadie. La trama no es del todo sorprendente, pero es algo que en lugar de aburrir, añade tensión a la novela: sabes lo que va a pasar, pero no sabes cuándo ni cómo van a reaccionar las partes. Por supuesto hay un buen montón de personajes y tramas secundarias que aderezan el libro magníficamente, aunque lo verdaderamente importante es la parte psicológica. Quiero destacar claramente los increíbles diálogos con Porfiri Petróvich, combates intelectuales y filosóficos tratando de romperle los nervios al contrario, y cierto ralamazo religioso (cosificado en Sonia, una joven prostituta a la que ayuda muchísimo y fervorosa creyente) que acaba siendo la salvación espiritual del protagonista y que me parece un recurso muy bien empleado por muy atea que sea.

Una novela larga, de verano, de letra pequeña y páginas amarillas que huelen a viejo, y si Dostoievski me escuchara le dedicaría un aplauso, aunque por supuesto que más de uno se lo habrá dado ya. Se lo recomiendo a cualquiera, no es difícil de leer (aunque puede hacerse algo pesado para impacientes)  y no todo el mundo sabe hacer un análisis tan exhaustivo del peso de la conciencia.

1 comentario:

  1. "y si Dostoievski me escuchara le dedicaría un aplauso"

    un aplauso me parece mínimo. Un mundo. Un universo, le otorgaría.

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