jueves, 2 de julio de 2009

Asfixia....

Calor, mucho calor, viento artificial generado por un ventilador, que ahora me da frío, mucho frío. Sudo, hace calor, pero tengo frío. Tirada, desmadejada en la cama, escribiendo con dificultad. El calor me aplasta contra el colchón, contra el suelo, se cuela por la nariz y me abrasa los pulmones desde dentro. Aprieta, aprieta, aprieta la tráquea para dejarme sin aire, noto como cruje bajo ese peso, el peso del calor, de la asfixiante penumbra de mi habitación, de cada minuto que pasa en el reloj y remolonea, se regodea de mi impaciencia, de la fecha de hoy, de palabras sueltas, de imágenes, de mi olor a pescado de la comida, de un regusto a un vino que hace seis meses que no pruebo. Apago el ventilador, calor. Lo enciendo, frío. Como si el viento que mueve no arrastrara solo nitrógeno, oxígeno, dióxido de carbono, moléculas de agua y partículas de polvo en suspensión. Como si arrastrara agujas, se clavaran con violencia en la piel que dejo vulnerable y cada una me robara una gotita de sangre, pero todas juntas hacen que me desangre.


Hoy es una fecha conflictiva. Dos de julio. Hace exactamente 30 días que me besaste por primera vez. De hecho, mientras escribo estas líneas, hace exactamente 30 días que dormías en mis brazos. Y hoy, precisamente hoy, empezabas tu curso, a 820km de aquí, 8 horas largas en coche, en esa pequeña porción de España que no es reconquistada. Hoy, estoy segura al 100%, no estás aquí. Puedo respirar tranquila. Puedo dejar de bajar la mirada y apretar el paso cuando se me obliga a caminar cerca de tu casa. Puedo dejar de contener la respiración cada vez que veo un nissan primera gris, hasta que compruebo que el conductor no tiene barba. Puedo dejar de apretar los puños cada vez que me acerco a los lugares por donde solías salir y por donde sigo saliendo. Aún miro con cierta melancolía algunas mesas.

Puede incluso que te des cuenta de qué fecha es hoy, que te acuerdes de mí. Hace 30 días, si te acuerdas, me besaste. Me declaraste tu amor con palabras que casi me desmayan. Con tus labios, con tus manos, haciendo el amor con los labios, con las manos. Una eternidad en la que, prenda a prenda, nos sumergimos en otro más de nuestros sueños.

He olvidado tu cara, pero no tu tacto. Suave, cálido, ligeramente mullido que lo hace confortable, pero no blando. Tu boca me recuerda a un vino de Málaga, ese del que te hablé un día, ese que pensé en regalarte una botella (o dos) en cuanto lo encontrara, para que lo disfrutaras en soledad, o en compañía, o conmigo. Ni tu olor, lo he olvidado. Ni el calor de tus labios besando mis pechos ridículamente pequeños. Ni tu olor, del que me emborraché en tu casa, y después en la mía, porque se quedó pegado en mis brazos. Casi creí que sería posible, aquél día. Tu beso respondió a mi pregunta, y yo me lo creí. Ingenua, ingenua, ingenua. Me confesaste que "también" la querías, a ella. Y me alegré, amigo mío, amante mío, me alegré. Me sentí bien, me sentí feliz, por tí, por ella, amigo mío. Qué poco me duró la felicidad, amigo mío. Casi no me dió tiempo a creérmelo, a entender cómo funcionaba tu cuerpo, a notar las diferencias entre el olor de tu pelo y el de tus hombros. Me lo creí todo, amigo mío, amado mío. Todo, todo, todo.

¡Qué hambre tengo! ¡Qué frío!
Pero sólo cuando me acuerdo de tí. Las lentísimas esperas a la vuelta a la actividad me asfixian, este calor también, el viento afilado del ventilador. Muchos recuerdos, mucho tiempo libre, muchas ganas de escribir y la tentación de todo lo que ya escribimos. Sigo estando loca, casi nadie es capaz de ver l'amour como yo lo veo, creo que nadie que conozca es capaz de compartirlo. La fille fourbe. La fille folle. Te echo de menos. Tengo demasiados pájaros en la cabeza. Todos gavilanes.


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